lunes, 9 de febrero de 2009

El Amor para siempre no existe

Quiero compartir este texto, no es de mi autoría salió publicado en la revista Siglo Nuevo, misma que Edita una excelente amiga, espero les sea interesante. Me gustaría me dieran sus comentarios sobre este reportaje.

El amor para siempre no existe
Desde tiempos remotos nuestra cultura ha alimentado la creencia romántica de que el amor es producto del destino, de Dios o de algo más; y que cuando es verdadero perdura ‘para toda la eternidad’. Con esa idea nos comprometemos a hacer feliz al ser querido. La realidad es que la vida de este sentimiento depende de múltiples factores y así como llega se va.


Posiblemente para usted es reconfortante -o puede llegar a serlo- tener la plena seguridad de que luego de ‘besar tantos sapos’ o de no encontrar a ‘la chica de sus sueños’, . adicionalmente los astros se alinearán para que pueda toparse de frente con su ‘media naranja’, esa pareja ideal con la que el sentimiento durará por toda la eternidad luego de hacer una seria promesa, . firmar un acta o expresar un juramento ante el altar.
Y es que concebimos al amor según la idea que nació con el romanticismo; pensamos que subsiste por sí mismo, que proviene del Ser Supremo, de Cupido, del destino, del azar, del cosmos, o es producto de la magia, y que su duración depende de eso mismo.
Estas arraigadas creencias están relacionadas con los esquemas mentales impuestos por la cultura y la sociedad en que vivimos: nuestros padres y abuelos, las canciones, los libros, las telenovelas, las películas y la mercadotecnia nos dictan los cánones para elegir,
actuar, e inclusive cómo y qué sentir.
No obstante, distintas corrientes . filosóficas y psicológicas nos hacen aterrizar y vislumbrar -muchas veces con el mundo en contra- que el amor para siempre no existe, o al menos no en nuestro presente porque aunque sea lo ‘normal’ no podemos jurar que amaremos al otro para siempre, ni podemos a. afirrmar que tal o cual persona es el amor de nuestra vida, porque dicha emoción a pesar de ser auténtica se puede terminar. Entonces, ¿cuál es la verdad?
Del brazo de expertos en Psicología y relaciones humanas, acompáñenos a descubrir si el amor eterno puede ser real o si este concepto es una simple utopía de la que la mayoría, por lo menos en algún momento de la vida, nos hemos enamorado.

AMOR EN TRES PASOS
Según las diversas escuelas de pensamiento, en todo proceso amatorio generalmente existen tres fases o etapas –que pueden cumplirse o no ya que ninguna relación es igual a otra. La primera de ellas es el enamoramiento, que curiosamente la Medicina ha definido como un ‘estado demencial temporal’ porque activa ciertas sustancias químicas en el cerebro, lo que hace que no se pueda pensar en otra cosa que no sea en el objeto de nuestro afecto.
La Licenciada en Psicología Carolina Ramírez explica que esta fase es la respuesta a un
estímulo determinado por un cúmulo de experiencias propias y ajenas que hemos ido organizando dentro de una carpeta que nos indica lo que es el amor, y que creemos encontrar en el otro (idealización), además de la atracción física (química).
Para ciertas personas el enamoramiento también suele responder a ese concepto romántico relacionado con la galantería, los detalles, los mimos, las cartas, entre muchos otros supuestos. De tal forma que ésta es una vivencia física (mariposas en el estómago, piel erizada, palpitaciones, mejillas ruborizadas, ojos brillantes) y emocional altamente gratificante, donde sentimos la necesidad de la presencia del otro, de al menos verlo o escucharlo hablar.
Luego viene una etapa intermedia de desilusión en la que empezamos a ver al otro con sus virtudes y defectos, es decir, la locura da paso a la cordura. Aunque a ciertas personas esta fase les puede significar el desamor porque resulta que el compañero no es todo lo maravilloso que se pensó o que ya no siente lo mismo por él (o ella, en su caso).
Aquí se evalúa si es posible o no ejercer la tolerancia mutua, y si el sentimiento sobrevive a la desilusión se puede decir que se ha pasado al siguiente estadio que es el amor: la emoción se ha convertido en una decisión libre y reflexiva de procurar activa y voluntariamente el bienestar del ser amado.
Sin embargo, algunos no sabemos distinguir entre el enamoramiento y el amor verdadero, porque no hemos dejado atrás la idealización del amante o de la relación.

BUSCANDO EL IDEAL
A la mayoría nos asaltan teorías como la que dice que cuando veamos a ‘la persona indicada’ la podremos reconocer porque así estaba predestinado.
Aunque nadie ha podido comprobarlas solemos expresar con vehemencia que ‘fue amor a primera vista’, ‘de inmediato supe que era para mí’, o ‘siento que lo conozco de toda la vida’. De acuerdo con el Licenciado en Psicología Sergio Garza, “no es la persona ni la magia quienes despiertan el sentimiento en el individuo, sino los recuerdos de la gente que ha pasado por su historia, por lo que llega a pensar que al recién llegado lo conoce desde siempre”, indica.
Siendo así, a un rostro le ponemos todas las características que a nuestros ojos lo vuelven perfecto, ideal y le encontramos virtudes que quizá no tiene.
Igualmente sucede con la relación ya que podemos idealizarla cuando buscamos en ella la satisfacción de nuestras carencias, llegando a suponer que ese individuo es ‘nuestra otra mitad’ o que ‘somos uno mismo’. En estos casos suele aparecer una dependencia a la contraparte, entonces el amor será tortuoso porque el día que el otro no esté nos sentiremos incompletos, no vamos a saber qué hacer, y nos van a avasallar ideas como ‘sin ti me muero’. Por eso, “pensar en la fusión con la pareja es una respuesta muy inmadura en la evolución del psiquismo.
Desafortunadamente las telenovelas, las canciones y las películas refuerzan esas concepciones tan primitivas del amor”, señala la Licenciada Ramírez. El embelesamiento por el ser amado o la relación puede ser efímero o bien, durar varios años, pues hay individuos que prefieren mantenerse cegados ante la realidad y seguir soñando para satisfacer sus necesidades emocionales y psicológicas.

EL PRINCIPIO DEL FIN
Gracias a esta idealización se ha seguido difundiendo a través de las generaciones la creencia de que cuando es verdadero el amor perdura para siempre por sí mismo por razones divinas, místicas o de cualquier otra índole ajenas a la pareja.
Así, muchos amantes especulan que por una promesa o el juramento hecho, el sentimiento está asegurado, y una vez que llega la cotidianidad dejan de alimentar esa emoción porque suponen que ya no hay motivo para continuar la conquista del otro y esto hace que poco a poco vayan perdiendo el interés mutuo. Los especialistas consideran que cuando arriba la indiferencia al hogar el amor sale por la ventana. Hay compañeros que se aburren porque la pasión disminuye, porque el otro no es como al principio (detallista, romántico, atento, cariñoso, etcétera) o porque incluso ha cambiado físicamente. Y lo que sucede es que tenemos el concepto (idealización) de que el amor será igual a lo largo de los años, sin embargo está en un constante cambio tal como sucede con nosotros mismos o nuestras opiniones.
Algunos individuos perviven juntos varios años o toda la vida en completa apatía por comodidad, por los hijos, por el qué dirán, porque en su familia no se acepta el divorcio, entre otros motivos. Igualmente existen otras parejas que a pesar de no congeniar, o de incluso haber llegado a los insultos o a la violencia física siguen juntos porque dicen ‘amarse’, si bien sabemos que no puede existir este sentimiento en una relación donde se ha perdido el respeto, pues el principio básico del verdadero amor es procurar el bienestar al ser amado.
El Licenciado Garza opina que debido a causas como las anteriores “el amor se transforma en otro sentimiento (amistad, cariño, odio, rencor, y otros), porque ninguna relación deja de formar parte de la vida de los integrantes de la pareja”, dice. De ahí que podamos ver matrimonios que al cabo de tres o cuatro décadas de estar unidos por . n se dan cuenta de que su amor ha cambiado a otra cosa y deciden separarse.
AVIVANDO LA FLAMA
De tal manera que el amor para siempre no existe en el presente, pero sí se puede construir diariamente. Los especialistas coinciden en que amar debe ser una decisión constante de ambas partes y que es lo que ha llevado al éxito a las relaciones felices y duraderas.
El Psicoanalista Erich Fromm, en su libro El Arte de Amar, describe al amor madu- Amar
ro -que no tiene que ver con la edad o con alguna condición social, educativa, cultural o económica- como aquél que tiene cuatro componentes básicos: el conocimiento del ser amado y de sí mismo, el respeto para aceptar al otro como es, la comunicación constante
entre los amantes y el compromiso que implica trabajar en aquello en lo se que cree y ama. Asimismo es necesario dejar de lado la concepción de que debe haber sufrimiento y sacri. cio para demostrar que se ama de verdad, ya que de acuerdo con nuestros entrevistados este sentimiento debe ser gozoso.
Hay que recordar también que cada uno somos responsables únicamente de nuestra felicidad y no podemos culpar a nadie si vivimos infelices. Es preciso trabajar en la propia
individualidad, y no olvidar que así como tenemos coincidencias y puntos de interés en común con quien amamos, existen otros donde somos diametralmente opuestos, y sortear tales diferencias requiere de respeto y comunicación entre ambos, lo que nos hará aceptarnos y amarnos en totalidad.
La Licenciada Ramírez externa que “el amor tiene altas y bajas, nunca es constante, pero si notamos que va decayendo habrá que activarlo e imprimirle cosas nuevas, inyectarle vitalidad, e irnos adaptando a sus cambios y a su cotidianidad que también puede ser sumamente placentera”. La duración del amor por lo tanto está íntimamente ligada en primer lugar a nuestra capacidad individual de amar, a la disposición para trabajar la relación cada nuevo día, a mantener la con. anza, la comunicación persistente y el respeto entre ambos miembros de la pareja; cuestiones que hay que desarrollar y ejercitar si queremos vivir el amor a plenitud y hasta que la muerte (nuestra y no del amor) nos separe.